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SOCIEDAD

7 de abril de 2022

Estrés, miedo y secuelas físicas: el alivio de la pandemia no llega para médicos y enfermeros

El personal de salud habla del efecto de haber estado en la primera línea en la lucha contra el coronavirus. Mirá el DocuWeb realizado por VideoLab.

Cuando la Argentina lleva ya 10 semanas consecutivas con una disminución de casos de COVID-19 y se registra también una baja en la cantidad de personas internadas en terapia intensiva, TN entrevistó a trabajadores de la Salud. Enfermeros y médicos estuvieron en la primera línea de la lucha contra la pandemia y sus efectos siguen hasta hoy.

Un informe especial de TN y VideoLab para entender cómo el coronavirus les cambió la vida para siempre.

Según datos oficiales del Ministerio de Salud de la Nación publicados el 2 de noviembre de 2021, los profesionales de salud que se infectaron desde que comenzó la pandemia fueron 241.689. De ese número, 1321 murieron y 239.799 se recuperaron: “Representaron el 4,6 por ciento del total de casos confirmados de COVID-19″.

Ni superhéroes ni Los Avengers: personal de Salud contra el COVID-19

El mensaje de todos es el mismo: decidieron cumplir con su tarea de curar, sin tener información, con miedos, pero con la convicción de que querían salvar vidas.

David Barbieri ( MN 92401) médico especialista en terapia intensiva, resalta: “Nos quisieron vender como superhéroes, como Los Avengers o La Liga de la Justicia pero somos seres humanos aunque les parezca mentira y también tenemos miedos. Cuando se declaró la cuarentena la sensación era ¿adónde salimos nosotros? Teníamos en claro que nos podíamos contagiar y también enfermar a los nuestros y sin embargo sabíamos que lo teníamos que hacer”.

Barbieri no sufrió ninguna consecuencia física pero siente que la pandemia lo agotó. “Ver a compañeros irse me pegó en el corazón”, confiesa.

En la misma línea, Néstor Pistillo, responsable de terapia intensiva del Hospital El Cruce, afirma que todos sufrieron estrés y cansancio. Junto a él trabaja la médica clínica Beatriz Carballeira, que habla de una enseñanza para pacientes y médicos: “Si algo nos dejó la pandemia, es que nadie se salva solo”.

“Cuando comenzó la pandemia, desde Europa llegaba la información de que el 20 por ciento de los fallecidos eran médicos y la verdad que nosotros nos exponíamos al virus y pese a todos decidimos estar al frente. Yo soy asmático y alérgico, si me agarraba Covid con un problema respiratorio no la contaba”, explica el jefe de la Unidad Febriles de Urgencias del Hospital Santojanni Oscar Szwarman (MN76981).

A Szwarcman lo golpearon el 24 de diciembre mientras hisopaba, en medio de una ola de calor. Tenía los pies llenos de ampollas por estar durante horas trabajando parado.

El enfermero Claudio Lugo, con más de 30 años de servicio, se contagió coronavirus en 2020, cuando todavía no estaban las vacunas. Solo pensaba en que si moría dejaría viuda a su esposa y sin padre a sus hijos.

Paola Pandullo es neonatóloga y al comienzo de la primera ola tuvo miedo de contagiarse y morir. Renunció a su trabajo en la guardia del hospital porque antes de que comenzara su turno, siempre tenía taquicardia.

Adriana Mercolli se enfermó atendiendo una urgencia como enfermera, le quedó como secuela una trombosis pulmonar y después de casi dos años no puede volver a trabajar. “Mi vida cambió un ciento por ciento. Es más, ya no tengo vida”.

Claudio Lugo, el supervisor de enfermería con miedo a dejar viuda a su esposa y sin papá a sus hijos

En mayo de 2020, Claudio Lugo se contagió trabajando como Jefe de enfermeros en el Hospital Fernández. Estuvo muy grave y hasta lo dieron por muerto.

“En ese momento no había vacunas y yo me contagié atendiendo a una paciente pediátrica. Estuve internado 33 días y en lo único en que pensaba era en si iba a poder contra el virus, si iba a sobrevivir. Habíamos visto muchos pacientes en terapia intensiva que no salían”, recuerda.

Según explica Lugo, en los momentos en que estaba lúcido pensaba en su familia: “El miedo era dejar viuda a mi esposa y no poder criar a mis hijos. Uno ahí es cuando toman real dimensión todas las cosas que uno deja de hacer por el trabajo, el tiempo que uno no dedica a los afectos porque siempre está pensando en qué hace falta, cómo hay que cubrir el servicio o si se necesita algo en el Hospital”.

Paola Pandullo: el miedo a la muerte en primera persona

Sobre el tiempo que el personal de salud dedica a la atención al paciente y a la profesión, también habla Paola Pandullo (MN86227) que es médica neonatóloga desde hace 27 años: “Tengo 54, dos hijos, estoy casada y cuando empezó todo tenía dos trabajos. En uno llevo toda la vida y en otro estaba desde hace 15 años. Tuve que renunciar durante la pandemia”.

Según explica, cuando empezaron a aparecer los primeros casos en el país, Paola hacia dos guardias por semana. Un día llegó al hospital y le dieron la noticia de que iban a cerrar el servicio porque una enfermera se había contagiado la semana anterior: “Al principio no entendía bien cómo era el asunto, yo pensaba que iban a cerrar la maternidad, pero me dijeron que iba a seguir abierta sin enfermeros neonatales. Pensé que se terminaba el mundo, que arriesgaba mi matrícula y mi salud psíquica y renuncié”.

Paola colapsó de solo pensar que no contaría con el personal capacitado en caso de que ocurriera alguna urgencia: “Sentí que arriesgaba mi profesión en un instante, por una decisión mal tomada. Nadie me daba una respuesta de por qué se cerraba el servicio”.

“Al tener dos trabajos en donde en uno estaba todo pautado y tenía preparado un sector covid de aislamiento acorde a las normas y en el otro lugar nos decían que no pasaba nada, yo tenía taquicardia cuando iba a trabajar. Cada viernes de guardia siempre había una situación que hacía que todo se convirtiera en un caos”.

La médica aclara que si bien no tuvo una situación específica de riesgo, llegaba a su casa con la sensación de que podía tener covid: “Siempre fue una sensación de muerte. Mi hija mayor me decía ' no va a pasar nada’ pero no fue hasta que tuve ayuda psicológica que entendí que iba a sobrevivir”.

Oscar Szwarcman: de la satisfacción de los aplausos al dolor de las agresiones

Oscar Szwarcman, es el jefe de Unidades Febriles del hospital Santojanni, tiene 59 años y desde hace dos años está al frente del equipo: “Todavía no sabíamos qué era el covid. El mundo no sabía lo que era la enfermedad”.

“En marzo de 2020 empezamos a tener los primeros casos y en abril quedé a cargo con los miedos que teníamos todos pero con el instinto de ayuda al prójimo y el juramento hipocrático que hicimos”, recuerda.

Según detalla, durante la primera etapa, la cantidad de personas que hisopaban era baja, hasta que llegaron a una media de 120 personas por día: “Yo trabajaba hisopando en la morgue Covid, en la morgue del hospital y cuando salíamos nos bañaban en amonio cuaternario.”.

Oscar recuerda que durante las primeras semanas, cuando empezaron a usar los elementos de protección, por los nervios y por el calor los profesionales que trabajaban en el hospital se deshidrataban y tenían que cambiarse: “Nos empapábamos todo del estrés. Teníamos miedo a morir al igual que el resto”.

Sobre el reconocimiento al trabajo del personal de salud, el médico distingue entre el comienzo de la pandemia cuando la población los aplaudía y lo que sucedió durante la última ola en diciembre de 2021: “Al principio nos emocionábamos mucho cuando nos aplaudían y cuando dejaron de hacerlo, sentimos que se habían olvidado de nosotros”.

“El peor momento fue para la época de las fiestas, con la variante Omicrón, que había colas de 500 metros para hisoparse. Llegamos a hisopar a 615 personas por día. La gente se violentaba con nosotros, de hecho a mí me golpearon el 24 de diciembre porque teníamos el arreglo de trabajar de 8 a 2 de la tarde y cuando nos dimos cuenta de que no dábamos a basto, la gente se descontroló”.

Entre los recuerdos que tiene de ese día, el médico advierte que había personas que los increpaba, los insultaba mientras seguían trabajando y que también, desde la cola escupían a la policía con el riesgo de ser covid positivos: “Eso criminal, el personal se tuvo que atrincherar. Uno me gritó “‘vos sos el jefe’, me di vuelta y me pegó una piña en mitad de la cara”.

David Barbieri, crónicas del agotamiento o “burnout” de un intensivista

David Barbieri ( MN 92401) tiene 51 años y es médico especialista en terapia intensiva. Además de su trabajo, armó un grupo que se llamó Contagiando Ayuda con el que hicieron y repartieron más de 25.000 máscaras faciales desde Ushuaia a la Quiaca. También, junto a otros colegas, armó el protocolo de plasma convaleciente cuyo informe dio pie al protocolo del Ministerio de Salud de la Nación y hasta fundó un cuartel de Bomberos Voluntarios en Máximo Paz.

Con respecto a los efectos de la pandemia en el personal de salud, Barbieri advierte que los intensivistas vivieron momentos de muchísima presión y estrés durante los meses de la pandemia: “Un médico de terapia intensiva tiene más de 60 horas de trabajo semanal con jornadas de 12 a 24 horas.”

“Ninguno de nosotros se subiría a un micro de larga distancia si el chofer no descansó, pero nadie pregunta si un médico de terapia está trabajando hace más de un día”, reflexiona.

Según explica, durante los meses de mayor cantidad de casos de covid e internación en terapia, el trabajo que hicieron los profesionales de esa área fue extremadamente agotador y hoy, repercute en su salud mental. “Si nos equivocamos, corre riesgo la vida de un paciente. Todas esas son angustias repercuten en el personal, más del 97 por ciento del personal de salud están con burnout”.

Barbieri que formar parte del Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) y advierte: “Hay mucho personal de baja por salud física, compañeros que se han enfermado y quedaron con secuelas y ya no pueden trabajar. Otros, que por salud mental ya no ejercer la profesión”.

Pero sin llegar esos extremos, Barbieri afirma que todos sufren trastornos de sueño, que hay gente con trastornos autoinmunes disparados por el trabajo y que todo es consecuencia de las condiciones extremas a las que se vieron sometidos durante la pandemia: “Esto es sin parar golpe tras golpe porque el servicio hay que cubrirlo y porque nos siguen importando los pacientes”.

El informe que hizo SATI al final de la segunda ola de Covid de la que participaron 1509 personas, arroja que “el 97,3 por ciento de los entrevistados presentaba síntomas del BurnOut, el 92 refería como principal miedo: contagiar a algún integrante de su familia y el 47 por ciento refería al temor a morir durante la pandemia”.

Adriana Mercolli, la historia de la enfermera que se contagió trabajando y desea volver al hospital

Adriana Mercolli tiene 57 años, desde hace 30 es enfermera y lo único que quiere es que le den el alta para volver a trabajar: “Hace casi dos años tuve covid y me quedó como secuela una trombosis pulmonar. Mi vida cambió un cien por ciento. Ya no tengo vida”, cuenta la licenciada en Enfermería del Hospital Fernández.

Mercolli se contagió en julio en la guardia del hospital y ahí empezó, como afirma ella, su calvario: “El 8 de julio de 2020 me infecté y caí internada. Tuve durante diez días mucha fiebre y después del tiempo de internación, cuando estuve mejor, empecé el tratamiento ambulatorio”.

“Creo que en ese momento nadie sabía nada, había muchísimo miedo, sin certezas sobre lo que iba a pasar. Yo trabajaba 15 horas por día para organizar la guardia. Cuando me enfermé tuve mucho miedo de morirme. Tuve una neumonía bilateral y mucha fiebre que jamás había tenido”.

Adriana reconoce que además del miedo a contagiar a su familia y enfermarla, ella temía morirse: ”Fue muy duro. En nuestra profesión nunca pensamos en nosotros, al contrario, siempre pensamos en dar más para la persona que tenemos allado y no nos damos cuenta hasta dónde damos hasta que los que nos enfermamos somos nosotros”.

Con respecto a su profesión, Adriana espera que le den el alta: “Los médicos me dicen que tenga paciencia pero ya me queda muy poca poca. Quiero estar ahí porque tengo un montón de cosas para dar”.

Beatriz Carballeira, una de las creadoras de “Cuidados Humanizados” del Hospital El Cruce

Beatriz Carballeira es médica clínica (MP113940). Coordina el área de Cuidados Humanizados del Hospital El Cruce de Florencio Varela: “A los médicos nos forman para curar, sabemos que a veces no podemos hacerlo y que la mortalidad existe, pero lo que la pandemia nos trajo fue un número de muertes inusitadas. En estos dos años, vimos el número de muertes que deberíamos ver en diez años de profesión y eso tiene un impacto en nosotros”.

“En el Hospital El Cruce empezó a surgir desde nuestros compañeros mucho miedo, ansiedad e incertidumbre. Eso hizo que algunos nos empezáramos a juntar para ver qué hacíamos. Buscamos bibliografía para hacerle frente a lo que nos estaba pasando porque el conocimiento te da seguridad”, asegura.

Beatriz reconoce que además de las muertes, transmitir malas noticias o que no se permitieran las despedidas de los familiares a sus seres queridos los desgastaba: “Por eso creamos un protocolo de visitas covid y eso fue una necesidad también nuestra. Si algo nos dejó la pandemia es que nadie se salva solo, todos nos tenemos que cuidar y trabajar en equipo”.

Néstor Pistillo y su cruzada por defender la vida

Néstor Pistillo trabaja junto a Beatriz desde que se inauguró en 2007. Él es el jefe de servicio de terapia intensiva del Hospital El Cruce (MP221115) y explica: “Este hospital es de alta complejidad. Atendemos pacientes de trasplante, leucemia y nosotros trabajábamos atendiéndolos a ellos hasta que llego la pandemia y tuvimos que virar y capacitarnos para atender pacientes con covid”

Según recuerda, al principio, cuando se murieron los primeros 10 pacientes en el hospital, pese a los esfuerzos que hacía el personal, sentían que no podían hacer nada: “Poníamos lo mejor de nosotros pero estaban muy graves. Al paciente 11 pudimos sacarlo del respirador y ese fue un alivio muy grande”.

Pistillo recuerda que cuando regresó de almorzar, encontró a todo el servicio de terapia intensiva llorando: “Todos sentimos una liberación muy grande porque entendimos que podíamos salvar una vida. Recuerdo que me fui al baño, me puse a llorar y recé. Ese día me dije que se podía”.

Más allá de que la situación actual es completamente diferente a la del inicio de la pandemia, Pistillo destaca que ellos siguen trabajando como siempre: “Si no hay internados por covid, tenemos que recuperar las cirugías que no se hicieron durante ese período. La gente se sigue enfermando y nosotros tenemos que brindar lo mejor de nosotros para que puedan volver a casa”.

 

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