En la semana en que volverán las clases presenciales a pleno en las escuelas de Catamarca y de la Argentina luego de dos años, la educación enfrenta varios desafíos. Algunos de ellos derivados de la propia situación provocada por la pandemia todavía en curso, y algunos otros que radican en problemas estructurales de la educación, preexistentes a la emergencia sanitarias.

El primer y principal desafío es revincular a los estudiantes que dejaron la escuela o que no tuvieron clases regulares desde marzo de 2020, cuando las escuelas se cerraron para trabajar solo desde la virtualidad. Según fuentes del Ministerio de Educación de la provincia, en Catamarca son aproximadamente 4.000 solo contando los del nivel secundario. Durante el año 2020 esa cifra era cuatro veces superior: alrededor de 16.000 adolescentes no pudieron seguir el ritmo de la virtualidad por distintos motivos, el principal de ellos la falta de conectividad para participar de las actividades propuestas por los docentes.

Además de la revinculación, otro desafío es la readaptación que tanto los estudiantes como los docentes deberán realizar luego de casi dos años de excepcionalidad. La interrupción no pasará inadvertida. Habrá todo un proceso en el que todos los actores educativos deberán esforzarse para recuperar ritmos dejados de lados e interacciones un poco olvidadas en un ámbito central para la socialización. Además, la virtualidad sirvió para “salir del paso”, pero los procesos de aprendizaje de los contenidos tuvieron un menoscabo en estos dos años. Es lógico: la calidad educativa, que ya venía bastante deteriorada en la pre-pandemia, tuvo que pagar un alto costo.

Pero tal vez el desafío más relevante y estratégico en materia educativa es cómo encontrar los caminos para una transformación estructural de la escuela, que ya funcionaba bastante mal antes de la pandemia, basada en un modelo viejo, del siglo XX y, en algunos casos, con resabios anteriores aún, de la época en que empezó la masividad de la educación pública.

El prestigioso pedagogo italiano Franceso Tonucci, autor del proyecto internacional La Ciudad de las Niñas y Niños, esa transformación debe empezar por vincular los programas escolares con la vida de los niños, aspecto que están divorciados entre sí. “Es clamorosa la diferencia entre la vida y la escuela, y aún en pandemia se sigue con el programa de siempre, por eso no era ni es su escuela. La pandemia fue una lupa para poner en evidencia los límites y defectos de una escuela que va por su cuenta”, opina.

Revincular a los estudiantes que dejaron la escuela y lograr una eficaz readaptación de alumnos y docentes al proceso educativo presencial son los desafío en lo inmediato. Pero el desafío estratégico de transformar la escuela no se logrará de un día para el otro. De todos modos, empezar a pensar los mecanismos, que deben ser ampliamente participativos, para avanzar hacia un modelo en que la escuela sirva para la vida, es absolutamente necesario, y requiere fundamentalmente de voluntad política de arrancar el proceso.