DEPORTES
14 de abril de 2021
Por qué el fútbol argentino tiene cada vez menos jugadores desequilibrantes que conquisten a Europa
Son escasos los futbolistas capaces de ganar un partido por sí solos. La opinión de los entrenadores. Quiénes son los gambeteadores más efectivos. El fin de las transferencias millonarias al Viejo Continente
La figura del torneo argentino es Luis Rodríguez, el Pulga Rodríguez, un futbolista de 36 años cuyo phisique du rol no se condice con su enorme jerarquía y calidad técnica. Petiso, en apariencia despreocupado por su aspecto y ajeno al estereotipo de los futbolistas tallados en el gimnasio, el delantero de Colón es un goleador que deslumbra a propios y extraños. Su juego y sus goles -golazos en su mayoría- son una ofrenda para los ojos, un grato asombro cada fin de semana. Sin embargo, el fútbol argentino ya no es el de fines de los 90 o el de principios de siglo, cuando en sus canchas brillaban Juan Román Riquelme, Ariel Ortega, Pablo Aimar, Carlos Tevez, Sergio Agüero, Lisandro López, Javier Saviola, Leandro Romagnoli, Gonzalo Higuaín y Angel Di María, entre otros futbolistas que luego trasladaron su brillo a las canchas europeas. Hay que hurgar demasiado, hundir la cuchara hasta el fondo, para encontrar jugadores desequilibrantes en la actualidad.
La gambeta se transformó en un bien escaso y preciado, un atributo reservado para pocos. Son escasos los jugadores capaces de ganar un partido por sí solos. Para los chicos en etapas formativas, los potreros quedaron relegados ante la avanzada de los juegos de nuevas tecnologías. “Es cierto que los chicos pasan cada vez menos tiempo en los potreros. Por cambios culturales y porque encima ahora también tenemos la pandemia”, afirma Gustavo Grossi, quien hasta hace poco más de un mes era el máximo responsable de las divisiones inferiores de River y ahora realiza ese mismo trabajo en Inter de Porto Alegre.
En los últimos años, además, la importancia de los aspectos físicos y tácticos en el fútbol argentino parece haber crecido de un modo inversamente proporcional a la de las capacidades técnicas de los futbolistas, cada vez más atletas, cada vez con menos destrezas futbolísticas, salvo excepciones, claro. Y eso se refleja en los campos de juego: se ven partidos de una alta intensidad pero de escaso vuelo.
“No se están viendo partidos entretenidos. Se están viendo partidos feos en un contexto también feo: no hay público y se juega en unas canchas que no son del todo agradables para la vista”, evalúa Marcelo Gallardo. De algún modo, las palabras del técnico de River también explican la ausencia de esa clase de futbolistas por los que valía la pena pagar una entrada cuando estaba permitido el ingreso del público a las canchas.
Para Sergio Rondina, el entrenador de Arsenal, “los jugadores que marcan la diferencia en el mano a mano, los más desequilibrantes, se van demasiado rápido a otros mercados”. Al Huevo no le falta razón: los talentosos duran cada vez menos en el fútbol argentino, que se encuentra en desventaja a nivel económico con la mayoría de las ligas del mundo por la devaluación del peso argentino en relación con el dólar.
Gallardo suele hablar del tema sin rodeos: “En Argentina no estamos en condiciones de competir con otros mercados en niveles económicos”.
Nahuel Bustos, un atacante de 22 años que supo destacarse en Talleres de Córdoba por su habilidad y su llegada al gol, supo estar en el radar de River y de Boca. Sin embargo, con 22 años y después de haber jugado apenas 39 partidos en la Primera División de Talleres, se terminó yendo al Girona, de la Segunda División de España. El City Group, un conglomerado empresarial que maneja trece clubes en el mundo, entre los que se encuentran Manchester City, New York City y Yokohama Marinos, compró el 65% del pase de Bustos en 5.500.000 dólares (Talleres se quedó con el 35% restante) y lo cedió al Girona, que también forma parte del consorcio con capitales mayoritarios en Abu Dhabi.
Ahora bien, ¿quiénes son esos futbolistas desequilibrantes que hoy podemos ver en el fútbol argentino? En River, el jugador capaz de marcar la diferencia por sí solo es Matías Suárez, un delantero que ya tuvo un paso exitoso por el fútbol belga (la rompió en el Anderlecht entre 2008 y 2016) y cuyo tiempo en Europa parece haber quedado atrás, pues el 9 de mayo cumplirá 33 años. El colombiano Jorge Carrascal tiene todas las condiciones para convertirse en un gana partidos por sí solo, pero cierta inmadurez futbolística y algunas fallas en la toma de decisiones aún lo ubican como una promesa antes que como una realidad palpable. Tiene 22 años y a principios de año River rechazó una oferta de 7.000.000 de euros por parte de Al Ain, de Emiratos Arabes. Evidentemente, Gallardo confía mucho en sus condiciones y les sugirió a Enzo Francescoli y a Rodolfo D’Onofrio que por ese dinero no lo vendieran ya que tiene confianza en que más adelante llegará el momento de su explosión futbolística.
En Boca, el jugador capaz de romper todos los esquemas es extranjero: el colombiano Sebastián Villa, dueño de una velocidad supersónica que, sumada a su habilidad al correr con espacios, lo volvieron uno de los atacantes más temibles para los defensores rivales. A diferencia de Suárez, que ya no tiene mercado europeo por su edad, Villa y sus 24 años parecen tener un futuro asegurado en el Viejo Continente. Y en Boca saben que esa oportunidad puede aparecer incluso a mitad de año.
Alan Velasco, enganche de Independiente que tiene 18 años, reúne todas las características de esos jugadores que técnicamente cuentan con un valor agregado. Habilidoso y con un buen remate de media distancia, Julio César Falcioni suele ponerlo en los segundos tiempos. Sin embargo, en Avellaneda lo consideran la joya más valiosa surgida de la cantera del Rojo y de él esperan asistencias y goles, por un lado, y dólares en una buena cantidad cuando le llegue el momento de ser vendido, por el otro. River lo sufrió en la anterior Copa de la Liga, cuando Independiente le ganó 2 a 0 con dos goles del juvenil, en la cancha de Banfield, y lo privó de llegar a la final del torneo que Boca le ganó por penales al Taladro.
Vélez cuenta con dos juveniles que también son diamantes en bruto: Thiago Almada y Luca Orellano, dos enganches a los que da gusto ver jugar. Almada cumplirá 20 años el 26 de este mes y está en el radar de varios clubes europeos: Barcelona, Inter, Manchester City, Arsenal y Manchester United. Orellano, de 21 años, puede jugar de extremo o de media punta. Y es de esos jugadores que cuando reciben la pelota y encaran hacia adelante a pura gambeta, generan electricidad en las casas y en las tribunas, hoy ocupadas solamente por dirigentes y por los promocionados “allegados”.
En el equipo de Liniers también juega otro futbolista capaz de desequilibrar ampliamente en el mano a mano, pero que últimamente perdió peso en su juego: el díscolo Ricardo Centurión, quien hasta hace poco fue noticia por más de un tema extrafutbolístico. Quizás eso influyó en la caída de sus rendimientos. Pero a las condiciones las tiene. Lo curioso es que Mauricio Pellegrino, el técnico de Vélez, suele mandar seguido al banco de suplentes a Centurión, a Almada y a Orellano.
Según el prestigioso diario L’Equipe, de Francia, Almada y Velasco se encuentran entre las principales 50 promesas Sub-20 del fútbol mundial. El pibe de Vélez ocupa el puesto 18 y el de Independiente, el 46. El ranking, elaborado en febrero de este año, tiene en su “top five” a Ansu Fati (Barcelona), Eduardo Camavinga (Rennes), Ryan Gravenberch (Ajax), Pedri (Barcelona) y Giovanni Reyna (Borussia Dortmund).
Diego Valoyes, otro colombiano, no está en el centro de la escena como Villa y Carrascal porque juega en Talleres de Córdoba y -se sabe- las luces resplandecen de otro modo cuando los futbolistas actúan en Boca y en River. Sin embargo, el delantero del conjunto cordobés es uno de los tres futbolistas con mayor cantidad de gambetas efectivas por partido de la Copa de la Liga, junto a Martín Payero y a Carrascal. Según el sitio Sofascore, Valoyes mete 4,3 gambetas por encuentro (con un 63% de efectividad), contra las 4,7 de Martín Payero (66%), y las 3,1 de Carrascal (68%).
Payero, volante ofensivo de Banfield, suele perder influencia decisiva en sus intervenciones porque más de una vez impone su habilidad en las cercanías del círculo central en lugar de en los alrededores del área rival. Pero condiciones le sobran, está claro.
A la hora de buscarle explicaciones a la escasez de futbolistas desequilibrantes, Leonardo Astrada realiza una autocrítica desde su rol de entrenador, hoy devenido analista televisivo. “Los técnicos muchas veces priorizamos el sistema antes que darles libertad a los jugadores para que desarrollen el fútbol que saben”. En ese sentido, el temor a perder y las presiones que sufren -o que a veces se autoimponen- los entrenadores también influyen para que se dé este escenario. “Acá se vive todo a la tremenda. Muchos técnicos sienten que en un partido está en juego su trabajo”, remarca Rondina, quien se muestra agradecido a la dirigencia de Arsenal por haberlo sostenido en el cargo pese a que el equipo sumó apenas un punto de los primeros 21. Después de ese respaldo que le dieron, su equipo empató ante River de local y le ganó a Godoy Cruz, en Mendoza. Pero ese es otro cantar.
El hecho de que Centurión, Almada y Orellano vayan seguido al banco en Vélez parece venir a cuento de las palabras de Astrada y de Rondina, y encuadrarse dentro de esas premisas que tienen muchos entrenadores de dotar de solidez antes que de vuelo futbolístico a sus equipos.
La falta de abundancia de futbolistas capaces de desequilibrar por sí solos tiene su correlato en otra cuestión: los jugadores argentinos se van al exterior, sí, pero perdieron espacio en la élite del fútbol europeo. El último en irse a un grande, en este caso al Inter de Milán, fue Lautaro Martínez, vendido por Racing en 2018 por 25.000.000 de euros. A menos desnivel individual, menor interés de los grandes clubes europeos.
“Los jugadores argentinos no están logrando hacer la diferencia en Europa como hace algunos años”, sostuvo Nicolás Burdisso, ex manager de Boca, en una nota publicada por el diario La Nación. Y agregó: “Creo que hay que replantearse la formación de los jugadores y cambiar muchas cosas relacionadas con los técnicos de las categorías menores. Hay que controlarlos y actualizarlos porque hay gente que hizo el curso de entrenador hace veinte años y no se renovó”.
Las razones son varias. El fútbol argentino ya no fabrica talento en grandes proporciones. Los formadores tienen trabajo para el hogar.
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