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La larga espera terminó y finalmente comenzó este viernes el Lollapalooza Argentina, que continuará hasta este domingo, con una larga lista de artistas distribuidos en cuatro escenarios.

El Lollapalooza, el festival de música más esperado del país, se pospuso durante dos años seguidos por la pandemia de coronavirus que tuvo al mundo en vilo. Sin embargo, las cosas comenzaron a acomodarse en su lugar y, en una especie de normalidad, el público pudo congregarse para disfrutar de sus artistas favoritos en el inmenso predio del Hipódromo de San Isidro, en Buenos Aires.

A pesar del mal tiempo que acompañó al primer día de la edición 2022 del festival, la gente se predispuso a pasar un momento único y el público sacó a relucir las prendas más extravagantes del placar, algo usual en todas las ediciones del evento alrededor del mundo.

Adolescentes, jóvenes, familias enteras recorrieron los cuatro imponentes escenarios desplegados a lo largo del predio, además de la opción para los más chiquitos de la casa: Kidzapalooza.

En cuanto a los controles, tal como se anunció desde la organización desde el comienzo, fueron exhaustivos. El uso de barbijo para el ingreso fue obligatorio. Además, se pidió a cada uno de los ingresantes que presenten su carnet de vacunación contra el coronavirus al día.

DESPLIEGUE

Una vez pasados los controles, el camino al predio se volvía largo y en el trayecto la ansiedad crecía y los corazones palpitaban. La gente iba descubriendo los escenarios a lo lejos y algunos lanzaban gritos de emoción. No es para menos, después de tanta espera.

Al entrar al predio, el despliegue de colores era lo primero que llamaba la atención, sobre todo los que emanaban de la escultura de la artista Marta Minujín.

Los escenarios de a poco se iban llenando y aquellos que esperaban a sus artistas favoritos se desparramaban entre el sinfín de opciones gourmet y carpas de recreación, donde muchas chicas y chicos se maquillaron y se hicieron peinados acordes a la ocasión. Se destacaba el sector “espíritu verde”, foodtrucks y carpas de comida vegetariana y vegana.

Los precios eran relativamente accesibles: hamburguesas desde 600 pesos y bebidas a 320 pesos. Para beber alcohol, había un sector específico, único espacio autorizado que requería hacer un check in.